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Libros - Francis Lucille

El Eterno Presente

El Eterno Presente

La edición original inglesa en papel de "El Eterno Presente" fue “Eternity Now” que se publicó en 2006 y seguidamente se tradujo al francés en 2007 bajo el nombre de “Le Sens des Choses. Entretiens sur la non-dualité”.

Como todos los libros de Francis “El Eterno Presente” es una recopilación de preguntas y respuestas surgidas en las sesiones de diálogos de los encuentros con Francis.

Todas estas preguntas y respuestas han sido ordenadas en doce capítulos según su temática precedida de una bella introducción por parte de Francis. Como curiosidad hemos observado que en esta edición española hay un capítulo menos, el capítulo VII de la edición inglesa y francesa, titulado “Un verdadero maestro no se considera un maestro”. Esperamos que sea incluido en posteriores revisiones.

Detalles del libro:
  • Tamaño de archivo: 599 KB
  • Año de edición: 2016
  • ASIN: B01AKXI7VA

Introducción

Habitualmente nos identificamos con una mezcla de pensamientos, percepciones, y sentimientos. Esta identificación con un cuerpo-mente personal está profundamente enraizada en nosotros. Dado que las personas de nuestro entorno, como nuestros padres, maestros, amigos, etc., creían ellos mismos ser entidades personales, nosotros hemos encontrado muy natural seguir su ejemplo y no cuestionar esta creencia la cual, analizada detenidamente mostrará ser el origen de todos nuestros problemas.

Si el cuerpo-mente es un objeto, un conjunto personal y limitado hecho de procesos mentales, es decir de pensamientos, sensaciones y percepciones, la existencia de este objeto implica la presencia de un testigo ante el cual todo esto aparece. Este testigo corresponde a lo que generalmente entendemos por la palabra consciencia o darse cuenta. Si nos preguntamos lo que nosotros somos, queda claro que es esta consciencia lo que precisamente llamamos "Yo". Muchos de nosotros confundimos esta consciencia-testigo u observación consciente con la mente que es el objeto de la observación, y al hacer esto superponemos las limitaciones personales de la mente sobre la consciencia, conceptualizándola como una entidad personal, limitada.

Cuando hacemos un intento deliberado de visualizar este testigo, nos encontramos en una situación infrecuente. Por una parte, nuestro intento parece fracasar debido a la naturaleza subjetiva de la consciencia, así como por la incapacidad de la mente para reconocer algo que no sean objetos. Por otra parte, la actividad mental, constituida por el flujo habitual de pensamientos y sensaciones, parece detenerse por un momento. Aunque tal parada no deja ningún recuerdo en la mente, esta no-experiencia parece generar un fuerte sentimiento de identidad y una certeza inefable de ser, que describimos utilizando las palabras "YO" o "YO SOY". Tras un tiempo más o menos largo, el ego surge de nuevo con el pensamiento "YO SOY ESTE CUERPO, YO SOY ESTA MENTE", proyectando otra vez las limitaciones espacio-temporales de la entidad personal, sobre el "YO SOY" ilimitado, el cual, como ya señalamos antes, no puede ser abarcado por la mente, pero aun así permanece en nosotros como una especie de perfume después de la reaparición del mundo objetivo.

Después de haber sido informados de la presencia de este trasfondo consciente y tras haber reconocido por primera vez nuestro ser real, nace en nosotros una profunda atracción que nos hace volver una y otra vez a esta no-experiencia. Cada nuevo vislumbre refuerza el "perfume" de libertad y felicidad que emana de esta nueva dimensión. Así, a medida que nuestra presencia intemporal se hace más tangible, nuestra vida diaria toma un nuevo rumbo. Por un lado, la gente, las distracciones y las actividades que solían ejercer en nosotros una fuerte atracción, son vistas ahora con indiferencia. También, sin razón aparente, nuestros antiguos apegos ideológicos se disuelven. Por otro lado, y sin esfuerzo por nuestra parte, se intensifica nuestra concentración sobre la investigación de nuestra identidad profunda. Asistimos al surgimiento de una inteligencia superior, que profundiza nuestra comprensión intelectual de la verdad y clarifica nuestro cuestionamiento ontológico. También se reducen o resuelven muchos antagonismos y conflictos personales.

Entonces, llegados a determinado punto, el ego es reabsorbido en nuestra presencia silenciosa, la cual se revela como la belleza eterna, la verdad absoluta y la felicidad suprema que siempre estuvimos buscando. Instantáneamente, nos establecemos en la certeza de nuestra inmortalidad primordial. Esta revelación repentina de nuestra naturaleza no-dual no puede ser descrita adecuadamente con palabras a alguien que permanece todavía en la ilusión de la dualidad de sujeto y objeto. Esta persona visualizará esta descripción en términos relativos, es decir como una experiencia objetiva, el único tipo de experiencia que puede concebir.

¿Cómo sería posible comunicar con palabras la experiencia de felicidad absoluta a alguien que sólo conoce una alegría relativa? De hecho en relación con cualquier experiencia relativa, no importa su intensidad, siempre existe la posibilidad de encontrar, al menos en la imaginación, otra todavía más intensa. Pero esto ya no será nunca más así con la experiencia de felicidad de nuestra naturaleza auténtica. Además, ¿cómo sería posible para alguien que conoce la felicidad solamente en relación con los objetos comprender la autonomía e incausalidad de esta felicidad? ¿cómo sería posible transmitir la no-localización y la intemporalidad de esta revelación a alguien que sólo conoce los acontecimientos dentro de las limitaciones del espacio-tiempo? ¿o su certeza absoluta a alguien enredado en verdades relativas? ¿o su divino esplendor a alguien para quién la belleza es un concepto relativo?

Si decimos que nuestro universo, con toda su riqueza y diversidad (las manzanas en la cesta, las personas queridas, el cuarteto de Beethoven que está sonando en el estéreo, los planetas y las estrellas que iluminan el cielo nocturno) en cada instante emana de, descansa en y es reabsorbido en nuestra reveladora presencia, nuestras palabras no pueden describir adecuadamente la inmediatez de este desvelar.

Las palabras son inadecuadas porque parecen implicar la noción de una presencia trascendente de la cual emana este universo como una entidad distinta, mientras que esta distinción no tiene ningún lugar en esta revelación. El trasfondo autoluminoso de nuestro ser, que constituye el tema de fondo de los diálogos de este libro, es la única realidad de todo lo que es.