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Libros - Alan Watts

el camino del tao
con la colaboración de al-chung liang-huang

El camino del Tao

Inspirándose en los antiguos textos de Lao-tzu, Chuang-tzu, el libro de Kuan-tzu y el I Ching, así como en los estudios de Joseph Needham, Lin Yutang y Arthur Waley ―entre otros―, Alan Watts ha escrito, con su inimitable estilo, un libro destinado a convertirse en el texto occidental básico sobre el Taoísmo.

El libro comienza con un capítulo acerca del lenguaje chino ―que, según Watts, pasará a convertirse en el segundo idioma internacional después del inglés―, para explicar, a continuación, lo que significa el Tao (el fluir de la naturaleza), wu wei (la no-acción) y te (el poder que emana de ello). Cuando le sorprendió la muerte, a fines de 1973, Watts se proponía completar su obra escribiendo acerca de las implicaciones políticas y tecnológicas del Taoísmo y sobre su significado actual. Aunque no pudo terminar el libro, un amigo y colega, el maestro de t'ai chi Al Chung-liang Huang ―que asistió y codirigió las últimas conferencias y seminarios que escribió Watts, y que dieron pie al presente libro― completó el texto y proporcionó, además, muchas de las caligrafías chinas que componen el material ilustrativo.

El camino del Tao no es únicamente una introducción a la esencia del Taoísmo sino, en cierto modo, la opera magna que recapitula la vida y obra de Alan Watts.

Detalles del libro:
  • Título: EL CAMINO DEL TAO
  • Título Original: TAO: The Watercourse Way
  • Autor: Alan Watts
  • Traducción de: Horacio González Trejo
  • Editorial: Kairós
  • Año de edición: 2011
  • Nº de páginas: 184
  • Encuadernación: Rústica con solapas
  • Formato: 13 x 20
  • ISBN: 978-8472450821

Prefacio

Alan Watts

Ciertos filósofos chinos que escribieron aproximadamente en los siglos V y IV a.C. expusieron unas ideas y un modo de vida que llegó a ser conocido con el nombre de taoísmo: el modo en que el hombre coopera con el curso o la tendencia del mundo natural, cuyos principios descubrimos en el fluir del agua, el gas, el fuego, y que fueron posteriormente grabados o esculpidos en piedra, madera y, por último, plasmados en diversas formas de arte humano. Lo que tenían que decir es de suma importancia en nuestros días ya que, en el siglo XX d.C. nos damos cuenta de que nuestros esfuerzos por regular la naturaleza y ordenarla por medio de la técnica pueden lograr resultados desastrosos.

Dudo que podamos ofrecer un informe científicamente exacto y objetivo de lo que poblaba las mentes de aquellos filósofos, ya que sus huellas se pierden en el tiempo, y la historia se diluye como reverberaciones de sonidos y de trazos en el agua. Es muy difícil aprehender los significados exactos del lenguaje chino de aquellos días y, aunque aprecio e intento seguir los métodos de la erudición pura, mi interés real apunta hacia lo que significan esos remotos ecos de la filosofía para mí y para nuestra situación histórica. En otras palabras, es importante hacer el esfuerzo por averiguar qué ocurrió, en realidad, en tiempos remotos y sopesar los detalles de la filología. ¿Qué sucede entonces? Habiendo registrado el pasado tan bien como podemos, debemos continuar sirviéndonos de él en el contexto presente: ése es mi interés principal al escribir esta obra. Deseo interpretar y aclarar los principios de ciertos escritos como los de Lao-tzu, Chuang-tzu y Lieh-tzu [o Liezi] en los términos e ideas de nuestros días, proporcionando los textos onginales tan correctamente traducidos como es posible ―es decir, sin excesivas paráfrasis ni elaboraciones poéticas―, siguiendo las pautas de ese maestro de la traducción que es Arthur Waley, aunque no sin ciertas reservas.

[...] Intentaré, en las páginas que siguen, mostrar cómo el principio del Tao reconcilia sociabilidad e individualidad, orden y espontaneidad, unidad y diversidad.

En suma, no me propongo llevar a cabo una encuesta popular y estadísticamente exacta de lo que el pueblo chino supuso, o supone, que es el modo de vivir taoísta. Ciertas exploraciones antropológicas poseen esa virtud, pero yo estoy mucho más interesado en ver cómo los antiguos escritos repercuten en el arpa de mi mente que, como es lógico, está afinada de acuerdo con las escalas de la cultura occidental. Sin embargo, de ningún modo desprecio la información descriptiva y precisa: la Letra. Estoy, evidentemente, más interesado en el Espíritu: la experiencia y el sentimiento real de esa actitud vital que supone seguir el Tao.

A. W.