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Libros - José Arregi

Dios más allá del teísmo
Apuntes para una transición teológica

Dios más allá del teísmo

¿Tiene sentido todavía decir Dios? Depende de cómo lo digamos, desde dónde y para qué. Yo no me aferro a la palabra Dios, pero seguiré llamando también con este nombre al Misterio Innombrable, al Aliento que anima el universo desde las galaxias más lejanas al corazón inasible de las partículas atómicas.

En una primera parte sentaré algunos criterios fundamentales para decir Dios entre la palabra y el silencio, más allá del significado, más allá de la necesidad de explicar y fundamentar la realidad, más allá de la religión. En la segunda parte recogeré los testimonios fundamentales (históricos, religiosos, filosóficos) sobre el origen y el ocaso de dios en nuestra cultura. En la tercera parte señalaré los caminos recorridos por diversas tradiciones espirituales de todos los tiempos para transcender la representación de dios y afirmar el Misterio indecible de la realidad. En la cuarta parte, propondré la reinterpretación de algunas categorías centrales del cristianismo tradicional, unas simples metáforas para una nueva teología y para un (¿posible?) nuevo cristianismo de futuro.

Detalles del libro:
  • Título: DIOS MÁS ALLÁ DEL TEÍSMO
  • Subtítulo: Apuntes para una transición teológica
  • Autor: José Arregi
  • Editorial: Ediciones Feadulta.com
  • Año de edición: Octubre 2023
  • Nº de páginas: 250
  • Encuadernación: Rústica con solapas
  • Formato: 15 x 21
  • ISBN: 978-8412656411
José Arregi

José Arregi nació en Azpeitia, País Vasco, en 1952. Es doctor en teología por el Instituto Católico de París. Fue profesor de teología en el Seminario de Pamplona y en las Facultades de Teología de Vitoria y de la Universidad de Deusto. En 2010 le fue retirada la licencia para la docencia teológica, y se vio abocado a abandonar la Orden Franciscana y el sacerdocio ministerial. Ha publicado diversos libros en euskera, español y francés. / más info

Hoy no puedo creer que Atman, el «alma» o el Yo, después de la muerte, se reencarne en otro cuerpo, según la inexorable ley del karma. Ni que el «alma» sea inmortal y sobreviva por separado después de la disgregación del cuerpo físico. Ni que vayamos a resucitar al final del mundo, como creían muchos persas hace 2.500 años, y algunos judíos de la época de Jesús y como siguen creyendo muchos judíos, cristianos y musulmanes. No puedo creer que haya un juicio ante un dios, sea riguroso o bondadoso, ni en un infierno eterno para los malos, ni en un paraíso feliz para los justos... Es preciso deconstruir todos esos conceptos por una razón sencilla: porque están ligados a una visión del mundo que ya no es la nuestra.

¿Qué haremos, pues, con todos esos viejos conceptos? Cabe olvidarlos o abandonarlos definitivamente, o cabe reinterpretarlos. Personalmente, en la mayoría de los casos, yo me inclino a reinterpretarlos, porque no inventamos el lenguaje, porque hablamos un lenguaje que hemos heredado y porque hablar consiste siempre en reinterpretar, en sacar lo nuevo de lo viejo.

No creo en lo que dicen los conceptos, pero creo en lo Indecible al que se refieren y que aún pueden sugerir.

* * *

¿Tiene sentido todavía decir Dios? Depende de cómo lo digamos, desde dónde y para qué. Depende de que se pronuncie Dios desde la consciencia de su radical ambigüedad y de los infortunios de su historia, de su absoluta relatividad y de su no-necesidad. Depende de que se diga Dios de manera comprensible en la gramática del lenguaje y en la visión de la realidad propias de hoy. Depende de que la palabra Dios resuene como eco de lo Indecible que es su origen y conduzca a lo Indecible que constituye su horizonte, más allá del constructo teísta dios, a saber, del ente espiritual supremo y personal, creador del universo, que interviene en su mantenimiento y gobierno. Y de que así resulte inspiradora para afrontar los enormes desafíos que se alzan ante nosotros en el mundo de hoy.

Yo no me aferro a la palabra Dios, pero seguiré llamando también con este nombre al Misterio Innombrable, a lo Real sin forma en todas las formas, al puro Dinamismo de Ser de todo ente, al Aliento que anima el universo desde las galaxias más lejanas al corazón inasible de las partículas atómicas. Seguiré diciendo Dios para poder decir y ser lo que somos en el fondo: humanamente hermanos de todos los seres, creadores de otro mundo posible más justo y feliz, co-creadores de la divinidad que todo lo habita. Y quiero decir Dios en coherencia con el lenguaje común comprensible para nosotros mismos y nuestros interlocutores. Es un gesto de responsabilidad ético-cultural.