Emilio J. Gómez
“Maya, transparente contundencia.” (Fotografía de Emilio J. Gómez)
Saberse ser el Ser
Por Emilio J. Gómez 3 de enero 2025Se cuenta que San Agustín, intentando comprender el misterio de Dios, caminaba un día por la playa cuando vio algo que llamó su atención: un niño había cavado un hoyo en la arena e intentaba llenarlo con el agua del mar. San Agustín preguntó al niño qué pretendía hacer, y el pequeño le explicó que quería trasladar toda el agua del océano al hoyo. El santo le explicó la imposibilidad de tal acto, pero el niño le respondió que más imposible aún era comprender el misterio de Dios.
Lo Infinito, Eterno e Incausado, es decir: el océano de Conciencia pura, no se puede constreñir dentro de los límites y parámetros que conforman las dimensiones espacial-temporal-causal creadas por la mente para la supervivencia del ego dentro de maya o ilusión primordial en la que de forma habitual vive el hombre colmado de avidya, la ignorancia metafísica. Lo que Es lo abarca todo, pues es el Todo; dimensión Absoluta que abarca a todas las demás dimensiones en lo Relativo. Mientras que maya siempre está limitada por nuestra efímera creación mental.
En realidad, todos somos Eso. Esa es nuestra auténtica y común naturaleza. Somos dioses que, al olvidar su condición divina, hemos decidido confinarnos dentro de parámetros de elevada densidad cuya contrapartida es una aparente seguridad, si es que puede existir algo así. Ello a cambio de haber renunciado, bien por olvido o distracción ―es decir, por inconsciencia―, a nuestra naturaleza divina, obteniendo como resultado un sufrimiento tan evidente como innecesario.
No obstante, existen seres que, bien porque presienten tal grandeza o sencillamente porque desean escapar del sufrimiento, intentan conectar con su naturaleza original. Para ello utilizan ritos, ceremonias y técnicas; todo lo cual se ha mostrado inútil. También se han creado religiones con sus dogmas de fe; o bien filosofías en las que extraviarse ―más todavía, si cabe― entre ideales y conceptos. Todo lo cual también ha demostrado su incapacidad a la hora de saberse ser Eso, el Ser, océano infinito de Conciencia pura.
Saberse ser esa Conciencia pura e incondicionada ―por ilimitada― es lo que condensa la sentencia: “YO SOY EL QUE (sabe que) SOY”. Quien es consciente de su consciencia reconoce el sentido último de semejante afirmación bíblica. Así pues, saberse ser el Ser podría ser la clave de todo el asunto. Tan simple, tan complicado. Simple, porque es la propia naturaleza. Complicado, porque el velo de maya y la avidya, la ignorancia, impide no sólo verlo, sino también saberse serlo.
Se trata de ese mismo Ser que luego se ha visto fragmentado en existencia, consciencia y plenitud a través del conocido mantra: sat-chit-ananda, para que el jivatman, la consciencia individual, pueda tener un vislumbre que le permita retornar a Aquello que siempre ha sido, es y será, más allá de su siempre limitada experiencia humana. Y así, poder verse convertido en un jivanmukta, un ente liberado en vida al romper las cadenas de ilusión que su ignorancia le había provocado. Pero, ¿de qué se ha liberado el jivanmukta? De la idea de sí mismo y los parámetros mentales en los que habitualmente vive y muere el ser humano.
Emilio J. Gómez, coordinador de Silencio Interior - Escuela
E-mail: info@silenciointerior.net // Web: www.silenciointerior.net
Advaita Aula Abierta: +info: https://www.silenciointerior.net/advaita-aula-abierta/