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Ana Rita Jachimowicz

Por qué la Ciencia no puede hablar de Dios

Por Ana Rita Jachimowicz 5 de agosto de 2023
Otro mundo

«La Ciencia no puede resolver el misterio último de la Naturaleza, porque nosotros mismos somos parte del misterio que intentamos resolver.»
(Max Planck, Alemania, ss. XIX-XX)

Definición de «ciencia»

La Ciencia (del latín «scire», «saber), se constituye en Occidente como un modo de conocimiento que aspira a formular mediante un lenguaje unívoco y preciso las leyes que rigen el funcionamiento de los fenómenos.

Lenguaje unívoco

El lenguaje de las distintas ciencias es unívoco, pues cada término utilizado debe tener un y sólo un significado. Un ejemplo de afirmación científica podría ser el siguiente:

«El planeta Tierra se formó hace 4.500 millones de años.»

Aquí la palabra «Tierra» y la palabra «año» tienen cada una un solo significado bien preciso, a saber;
«Tierra»: tercer planeta del sistema solar.
«Año»: tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta alrededor del sol.

Si consideramos, en cambio, la afirmación siguiente:

«El divino susurro nos dice: ‘Eres divin@.’»
(Meister Eckhart, Alemania, s. XIII),

Vemos que existe una polisemia (pluralidad de significados posibles). Por lo tanto, no puede ser una afirmación científica. Sin embargo, es el tipo de afirmación que podría estar respondiendo a alguna de las grandes preguntas existenciales básicas, porque habla de nuestra relación con la causa del universo.

Para hablar de la totalidad de lo real, como lo piden las grandes preguntas básicas existenciales, necesitamos un lenguaje más rico que el lenguaje unívoco.

La guía telefónica es un ejemplo clarísimo de lenguaje unívoco. Ahí cada palabra tiene un solo significado. Y así debe ser; de lo contrario, generaría confusión y no cumpliría su cometido. Pero a su vez, y por el mismo motivo, resulta insuficiente para abordar las grandes preguntas básicas existenciales.

Al poder sugerir una pluralidad de significados, o varios niveles de lectura, el lenguaje polisémico posee una riqueza apta para transmitir algo que supera al propio lenguaje. Cada generación y cada cultura le irá descubriendo nuevos significados, sin que pierdan validez los anteriores. Se trata de un uso del lenguaje destinado a transmitir una vivencia, más que una información.

El lenguaje unívoco que debe utilizar la Ciencia resulta insuficiente para dar cuenta de cuestiones acerca de la totalidad de lo existente.

Los fenómenos

Del griego «fainomai», «aparecer»: «lo que aparece» (1). La ciencia se ocupa de estudiar «lo que aparece», lo visible, lo «observable», lo perceptible.

Los fenómenos (por ejemplo, un rayo, el funcionamiento de un órgano, etc.) no muestran la causa de su propia existencia (la causa de su propio «aparecer»).

Las respuestas a las grandes preguntas básicas pertenecen a un ámbito que no es el de los fenómenos, de lo que aparece, sino al ámbito de la causa de su aparición. Nada de lo que aparece puede dar cuenta de sí mismo. Como ya dijo Antoine de Saint-Exupéry, «lo esencial es invisible a los ojos».

Por otro lado, la totalidad del universo tampoco podrá ser jamás un fenómeno para nosotros, seres finitos (no se nos aparece, no puede ser un objeto de estudio). Sin embargo, no podemos dejar de plantearnos las grandes preguntas existenciales básicas, que requieren respuestas de totalidad.

Los grandes «por qué», que aparecen en las preguntas existenciales básicas, caen fuera del ámbito de lo fenoménico, propio de la Ciencia.

Ciencia y Totalidad

Cada ciencia, como por ejemplo la Matemática, la Física, la Química, la Biología, la Psicología, la Sociología, la Antropología, etc., se ocupa de un sector del universo.

Para ello define su objeto de estudio, diseñando un método adecuado para su abordaje. La palabra «método» proviene del griego metá odós, «camino hacia». El método de cada ciencia indicará el camino que hay que tomar en cada caso para conocer el objeto propio de esa ciencia.

Por ejemplo, la Matemática estudia los entes ideales del tiempo (números), del espacio (entes geométricos) y de la razón (Lógica). La Física y la Química se ocupan de la estructura íntima de los entes materiales. La Biología estudia los seres vivos. La Psicología estudia la conducta humana.

Cada sector de la realidad pide un método de abordaje particular para acceder a él. No sería pertinente, por ejemplo, estudiar la conducta humana con los métodos de la Física, o los seres vivos con los métodos de la Matemática...

Y nuevamente llegamos al punto de la totalidad: las grandes preguntas básicas existenciales se refieren a la totalidad de la realidad.

A la Ciencia, por definición, no le corresponde resolver cuestiones que involucren la totalidad de lo existente. Éstas exceden el campo de acción de cualquier ciencia particular. Desde el estudio de los entes materiales (Física o Química), por ejemplo, no puedo responder preguntas que comprometan todos los niveles de realidad, como las ya mencionadas.

En muchas circunstancias, se pretende demostrar desde la Ciencia, la existencia o inexistencia de Dios, el sentido o sin sentido del universo, o se postula como «científico» considerar al azar como principio último rector del universo. Por el prestigio que posee la Ciencia en Occidente hoy en día como único método de llegar a la verdad, mucha gente cree de buena fe en sus conclusiones acerca de estos temas, los cuales, en realidad, exceden su ámbito de acción.

Dado que cada Ciencia en particular estudia un determinado sector de la realidad, cualquiera de ellas resulta inadecuada para dilucidar cuestiones relativas a la totalidad de lo existente.

Instrumentos de conocimiento

La Ciencia occidental ha optado, desde el siglo XVII, por aceptar como instrumentos válidos para su estudio sólo dos facultades humanas: la información sensorial y la razón. Pero existen otras facultades humanas que son fuente de conocimiento: la imaginación, la intuición, la creatividad, los sueños, las vivencias corporales.

La Ciencia no las acepta como fuentes válidas de conocimiento, a pesar de que muchos científicos, como Descartes (2), Newton (el episodio de la manzana) o Mendeleiev (vio la tabla de elementos en un sueño), los mencionan como determinantes en sus descubrimientos.

«La tarea principal del físico es abocarse a encontrar, mediante la pura deducción, esas leyes elementales, lo más generales posible, con que configura su imagen del mundo. No hay camino lógico que lleve a esas leyes fundamentales. Debemos dejarnos conducir por la intuición (...)»

La mente intuitiva es un regalo sagrado y la mente racional es un fiel sirviente. Hemos creado una sociedad que rinde honores al sirviente y ha olvidado al regalo.
(Albert Einstein, Alemania, s. XX) (3)

Las grandes preguntas acerca del sentido del universo, de la vida y de nuestra propia existencia son preguntas holísticas (4), pues involucran la totalidad de la experiencia. Por lo tanto, resulta más creíble que puedan ser contestadas desde un uso integral de nuestras facultades, que limitándonos a sólo dos de ellas.

Los investigadores actuales de las funciones cerebrales han descubierto (5) que el análisis, el control, el intelecto, la razón, el poder, la precisión y similares se localizan principalmente en el hemisferio cerebral izquierdo (6), mientras que en el hemisferio cerebral derecho se ubican la intuición, la creatividad, la corporalidad, la imaginación y la multiplicidad de niveles y de significado, entre otros.

La Ciencia occidental utiliza principalmente los recursos del hemisferio cerebral izquierdo. ¿Por qué dejar de lado los que pone a nuestra disposición el hemisferio cerebral derecho, como la imaginación, la corporalidad, la intuición, la creatividad o los sueños? Todos los investigadores coinciden en que la especie humana está utilizando apenas una ínfima porción de su capacidad cerebral, y que la conciencia de vigilia actual es sólo la punta del iceberg del desarrollo pleno de sus potencialidades.

La Ciencia suministra valiosos aportes para los aspectos cuantificables de nuestra vida, en los que reinan la razón y la información sensorial. Pero a la hora de buscar respuestas a las grandes preguntas básicas existenciales no podemos darnos el lujo de despreciar los demás recursos con los que el universo nos ha dotado. Requeriremos un uso más integral de nuestras facultades.

Las cuestiones holísticas requieren un uso holístico de nuestras facultades.

El cómo y el porqué

Según la última teoría cosmológica en vigencia, el universo físico se originó hace unos 13.500 millones de años a partir de energía superconcentrada, en una explosión que se dio en llamar el «Big Bang».

«La mayoría de los cosmólogos actuales considera que el Universo comenzó entre 8 y 15 mil millones de años atrás como una zona de energía pura incomparablemente caliente y extremadamente compacta. Intensas presiones internas provocaron que el Universo se expandiera muy rápidamente, creando el Big-Bang. A medida que se expandía, el Universo comenzó a enfriarse, condensándose en partículas elementales: electrones, positrones, fotones y neutrinos. Al enfriarse aún más, estas partículas establecieron relaciones estables unas con otras, dando origen a los átomos más simples: hidrógeno y helio. Había nacido la materia.»
(Peter Russell, contemporáneo, EEUU) (7)

Es importante tomar conciencia de que esto constituye una descripción de cómo se originó este universo físico, pero no porqué. La Ciencia nos informa acerca de cómo suceden las cosas, pero no porqué.

Y esto nos sucede con todos los conocimientos científicos. Por ejemplo, la Anatomía describe cómo son nuestros órganos corporales, pero no porqué son así y no de otra forma. ¿Por qué nuestros dedos son múltiplos de cinco y no de tres? ¿Por qué tenemos un eje de simetría externo que no se respeta interiormente? ¿Por qué cambiamos nuestros dientes una sola vez en la vida y no varias? ¿Por qué no tenemos dientes de crecimiento continuo como los roedores?

El porqué sigue siendo tan ignoto antes como después de la investigación científica, simplemente porque pertenece a otro plano de indagación. Y son precisamente las dimensiones del porqué y del para qué, más que las del cómo, las que interesan a las grandes preguntas existenciales básicas. Esta distinción no es nueva. Ya Platón (Grecia, s. V a.C.), en su diálogo Fedón, presenta a Sócrates quejándose de que el enfoque científico de Anaxágoras no explicita las verdaderas causas de las cosas. (8)

Reconocer esta distinción no significa quitarle validez a la Ciencia: saber cómo funciona la realidad es muy importante para movernos en este mundo: es una de las facultades con las que ha sido dotado el ser humano y como tal debe ser usada. Muy por el contrario, debemos darle validez absoluta en su propio plano, evitando las siempre dañinas e inútiles interferencias entre Ciencia y Religión, como, por ejemplo, las condenas de la Iglesia Católica respecto a la teoría heliocéntrica de Galileo o a la teoría evolucionista de Darwin, o, a la inversa, la condena de la Religión por parte de la Ciencia, como aquel cirujano francés positivista del siglo XIX que dijo: «El alma no existe porque nunca la encontré debajo de mi bisturí.» (9)

Ni la Ciencia puede pronunciarse acerca del sentido o no sentido del universo, o de la existencia o inexistencia de Dios, ni la Religión o la Mística deberían inmiscuirse en cuestiones científicas.

Notas:
  1. De allí proviene también la palabra «fantasma» («aparecido», «aparición»).
  2. DE SACY, Samuel S., Descartes par lui même, éd. Du Seuil, Paris, Francia, 1961., pp. 59-69.
  3. EINSTEIN, Albert, Mi Visión del Mundo, Tusquets Editores, Barcelona, España, 1985., p. 147.
  4. Del griego «holos»: “totalidad”.
  5. FERGUSON, Marilyn, La Conspiración de Acuario, ed. Troquel, Argentina, 1ª ed. 1985., pp. 339 y ss.
  6. En los diestros (derecho, en los zurdos).
  7. RUSSELL, Peter, Waking Up in Time, Origin Press, Novato, CA, EEUU, 1992., pp. 5-7.
  8. Platón, Fedón, 98c-99b.
  9. Frase atribuida a Claude Bernard (Fisiólogo francés, s. XIX)