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Jordi Casals Mendoza

La utilidad de que algo te preocupe

Por Jordi Casals Mendoza 19 de noviembre de 2023
Perla en ostra

«Fuera del océano, como nube de lluvia, ven y viaja,
pues si no viajas nunca llegarás a ser perla»
Attar

Al primer retiro de meditación, al que asistí hace más de 25 años, llegaba con un gran conflicto: sentía que tenía que dejar la vida mundana (trabajo, aficiones) y, para ello, quería hacerme monje, pero nadie en mi entorno me apoyaba, porque, entre otras cosas, tenía un buen trabajo como directivo y acababa de comprarme un dúplex con piscina. Recuerdo que el Maestro que conocí en ese retiro, que era de la tradición del Budismo Zen, me dijo: «Un gran conflicto es la antesala de una gran iluminación.» Aquello hizo que empezará a ver los conflictos como algo útil.

Más adelante, cuando me acerqué al sufismo, encontré una metáfora acerca de la formación de la perla dentro de la ostra. Es la irritación que siente la ostra en su interior lo que posibilita la producción del nácar que acaba formando la perla. Esto me dio una nueva perspectiva de cómo relacionarme con mi irritación, y pasé a tener una relación de amistad con la ansiedad existencial. En lugar de seguir escapando de esta ansiedad, saliendo a tomar unas cervezas o apuntándome a más cursos, empecé a interesarme en conocerla, a observar dónde y cómo aparecía cuando me acompañaba. Empecé a verla desde un espacio interior donde la irritación ya no irritaba; aparentemente estaba ahí, pero no me afectaba, no restaba ni añadía.

Con todo esto, entendí que es inevitable que la vida nos coloque ante situaciones complicadas y a veces duras, pero lo importante es cómo lo vivimos, si lo aceptamos o luchamos contra ello. Podemos sentir dolor físico (como un dolor de muelas) o emocional (la pérdida de un ser querido), pero solo hay conflicto cuando esta sensación no es aceptada y sentimos aversión hacia ella.

Que tengamos o no un conflicto, y mantener vivo el conflicto (es decir, no aceptar la situación) viene de la falsa creencia de que la paz y la felicidad dependen de que en nuestra vida se den determinadas situaciones o las situaciones sean distintas a como son. Este conflicto interno que el relato causa es necesario para el autoconocimiento, ya que nos permite sentir en el cuerpo los efectos de no conocernos: la creencia de que somos un cuerpo-mente separado e independiente del resto de la existencia es falsa, y el conflicto es su síntoma.

Antes de descubrir esto, recuerdo cómo me rebelaba contra los pensamientos, sobre cómo debería de ser mi vida (me metía en el relato). Por ejemplo, cuando vivía en Ibiza y dejé mi trabajo para dedicarme de lleno a las prácticas espirituales, sin ningún plan de vida y con una casa recién comprada con su hipoteca mensual que cubrir, por las mañanas sentía una presión en el estómago al despertar debido al nuevo contexto de mayor incertidumbre, y cuestionaba todo el tiempo mi decisión, a la vez que tenía que oír a mis padres y amigos repetirme que mi decisión no tenía sentido.

En cambio, cuando me di cuenta de cómo la experiencia del conflicto facilita el reconocimiento de que no somos el cuerpo, sino la conciencia. De nuevo me enfrenté a un nuevo cambio de trabajo, pero esta vez, aunque seguía sintiendo una presión en el estómago, la forma de vivirlo era diferente: estaba muy atento a lo que hacía, tenía motivación interna, estaba cómodo en la incertidumbre.

Si tú también estás atravesando una situación de conflicto y, ya cansado de escapar, quieres aprender a vivirlo sintiéndote a gusto, primero dale la bienvenida, observa cómo se está reflejando el conflicto en el cuerpo, una presión en el pecho o en el estómago, por ejemplo. De este modo se vuelve algo concreto, una sensación física, libre del relato constante sobre los motivos de «por qué a mí». En el cuerpo no hay charla, es silencioso, solo hay observación de una sensación.

Al principio la sensación «conflictiva» era la protagonista, la que poseía más fuerza, pero a medida que aprendí a observar de un modo más consciente, me di cuenta de que todas las sensaciones tienen la misma relevancia. Podía jugar a mover el foco de la atención de una sensación a otra. Y así se fue trasladando el foco al espacio donde estas aparecen, y no a las sensaciones en sí, que es reconocido como nuestra nueva referencia como percepción. Este es el salto espiritual que se da en la observación de los conflictos.

Para aquellos que no transitan el camino espiritual, los conflictos son el problema a evitar. En cambio, para los aspirantes espirituales los conflictos son una ayuda inestimable. A nivel espiritual, el conflicto es una brújula que marca el camino de regreso a uno mismo. Primero parece una historia, después se muestra como una sensación corporal, para finalmente llevarnos a la experiencia de unidad en la percepción pura. Así, el conflicto, en vez de ser un obstáculo, se muestra como una oportunidad de recordarnos lo que somos.

La forma en la que nos tomamos los conflictos indica si estamos o no recorriendo el camino espiritual. No es necesario que dejes tu trabajo para poder disfrutar del juego espiritual. Lo normal es que, en el día a día, haya conflictos con los que lidiar, pero si no sientes ningún conflicto relevante a la vista y tienes mucho interés en conocerte, pregúntate: ¿qué me falta?, ¿qué debería de ser diferente para poder ser plenamente feliz? Si te aquietas y prestas atención podrás escuchar la respuesta reverberando en el cuerpo. Ahí tienes la irritación necesaria, el conflicto con el que poder crear tu nácar espiritual.