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Maite Salvador

Iceberg

El sentido de ser humano

Por Maite Salvador Martorell 19 de febrero de 2023

Saber o no saber que somos sustancia divina vital, consciente, alegre, inteligente y luminosa materializando su sopa de potenciales vitales mediante la experiencia de todo lo que ha sido, es y será, dentro de su abrazo de amor. Esa es la cuestión.

Saber que no somos personas, designación de una palabra del latín que significa ‘máscaras de actor’ o ‘personajes teatrales’ y que ha pasado a definir al individuo mismo, generalizándose a la especie humana. Saber que ser persona es sólo una etiqueta pegada a la espalda.

Saberse divinidad expresándose su propio amor viviéndose. Pura celebración de la vida, sin espacio, ni tiempo. Tu rostro es divino. La del otro, también.

La divinidad se cree forma humana y esto le reporta, además de sensaciones y percepciones como otros seres, una experiencia vital consciente de sí. Lo divino se cuestiona siendo humano, individual y colectivamente. El humano se pregunta quién es, de dónde viene, a donde va y qué sentido tiene esto. Se interroga sobre la muerte, lo cuestiona todo. Lo divino se vale de lo humano para experimentarse conscientemente de ser y de estar de incógnito, sin reconocerse en la experiencia humana.

¿Con qué fin? La aceptación por el todo de cada cosa posible. Lo divino disfruta ya de una aceptación innata de todo, pero evoluciona aceptándose como cada cosa, animal, persona, pensamiento o experiencia por separado.

¿Cómo lo hace? Primero, proyectándose para verse en imágenes vivientes y desplegándose ante sus ojos como esta vida. Después, experimentándose en cuanto acontece. Finalmente, reconociéndose dentro de la experiencia. Así se trasciende en divina evolución.

Significado de la palabra trascender (según la RAE): Dicho de algo que estaba oculto; Empezar a ser conocido o sabido.

Llegados a este punto de la historia, película o fase evolutiva, la divinidad se torna consciente de ser humana (o la humanidad se torna consciente de ser divina, es lo mismo) dentro del propio relato. Todo empezó en el individuo y acabará con un número suficiente de individuos sabiéndose divinos con tantísima claridad como para trascender esta realidad, entendiendo por trascender el saberse divinidad aparentemente oculta siendo humana. Hasta ahora.

El sentido de ser humano es despertar y trascender para que la naturaleza divina que opera de incógnito en este mundo se sepa. En realidad, no hay despiertos (ni dormidos), sólo divinidad portando máscaras humanas que cambian las cosas.

¿Es el fin de los tiempos? Es un momento eterno flotando en amor perfecto. La divinidad observa estática su historia eterna aconteciendo en un círculo sin tiempo, ni principio ni fin. Pura ilusión.

¿Qué está ocurriendo? El fin del delirio del ilusionista, pero sin abandonar sus trucos de ilusionismo. Acontece un despertar, pero no de personas (somos máscaras), sino de la consciencia divina trascendiendo su velo humano. La divinidad se ve como un iceberg en la experiencia, una pequeña porción de hielo visible y gran parte del bloque sumergido, todo ya conciencia divina innata.

Gracias al despertar humano que está aconteciendo en el mundo y a la masa crítica de individuos, la divinidad se torna consciente de sí siendo experiencia humana, consciente de su inconsciencia en modo incógnito, viéndose como el iceberg con gran parte de sí sumergida en las aguas.

Una nueva historia divina comienza: la divinidad se sabe humana. Lo divino se sabe humano por amor. Es la genuina sabiduría del amor incondicional abrazando cada parte de la vida separadamente por aceptación.

En esta nueva historia, los seres humanos celebrarán la vida a través de las sensaciones y percepciones como lo hacen otros seres vivos, a través de la experiencia consciente como lo hacen los seres humanos, pero también a través de la consciente divina sabiéndose humana. Esto es evolución divina (o humana, es lo mismo).

La nueva humanidad se abre paso. Es la aceptación divina de su experiencia humana y que nada tiene de resignación, ni mucho menos de desconocimiento. El brillo acepta la sombra que proyecta. La sombra acepta desvanecerse con el brillo. Se acepta porque se conoce, se sabe y se ama. Individual y colectivamente, el todo y las partes. Aceptación. Evolución.

En esta nueva historia, el humano sabrá qué es, de dónde viene, a donde va y el sentido de su vida, abrazando la vida. Lo divino se valdrá de lo humano una vez más, esta vez para aceptarse en lo creado y trascender otra historia divina. Esta vieja historia nuestra.

En eso andamos.