Matías Márquez Hinojosa
¿Quién soy yo?
Por Matías Márquez Hinojosa 14 de junio de 2019
Cuando nos adentramos en la vida espiritual observamos y vivimos desde la percepción sujeto-objeto. Esta primera fase viene dada desde el razonamiento que ha sido inculcado desde nuestra infancia. Así, nos encontramos ante un mundo desapacible y amenazador, debido a la confrontación entre yo y el mundo. Pero vayamos al principio de nuestra búsqueda. ¿Por qué se da? ¿Cuál es el motivo que nos impulsa a la búsqueda de respuestas sobre nuestra existencia? Se dan una multitud de factores, pero el punto desde el cual partimos, no es otro, que la desilusión o hartazgo de una forma de existir carente de motivación. Esto es, el deseo de satisfacer o llenar el vacío que nos oprime y ahoga en dudas, que las respuestas ordinarias que nos ofrece la sociedad no son capaces de alumbrar todos los rincones dubitativos y la ansiedad de este anhelo de verdad.
Como he señalado anteriormente, nuestros primeros pasos son según el dietario aprendido; buscar en el exterior. Durante incontables años podemos estar viajando de maestro en maestro, de lectura en lectura, de curso en curso y así en un largo etc, hasta que nuevamente la sed de conocimiento real nos indica que este no es el camino correcto. Suele llegar de manera espontánea; justo cuando nos sentimos todavía más perdidos que al principio. Se puede dar de incontables maneras: una lectura, una frase oída, un amanecer o el canto de los pájaros. El hecho es que "algo" nos impulsa a volver nuestra mirada al interior. Hasta ese momento éramos buscadores externos; ahora hemos sido llevados hacia nuestro interior.
¿Y qué hacer ahora con esta nueva perspectiva? Nadie nos ha preparado para este camino. Nos topamos un sendero sin mapa ni agenda. Puede darse la paradoja, de estar más perdidos que al principio, pero esto no es del todo cierto; se trata únicamente de la ignorancia y por lo tanto del miedo a lo desconocido. Ante este panorama ¿qué hacer? ¿cómo funciona esta nueva forma de observación? Aquí es donde suele "aparecer" un guía que señala el cómo recorrer este camino. Digo señalar, no imponer, pues se trata de una invitación al reconocimiento de tu verdadera naturaleza o identidad. Ahora hablo desde la experiencia propia, que no es la única forma de auto investigación.
Busca un lugar donde no seas molestado. Aquiétate, es decir, concentra tu observación en la respiración. Vendrán infinidad de pensamientos. Deja que sigan su curso. Si les prestas atención, les estás ofreciendo nutrientes y fuerza para enredarte en su preciosa red. Pregunta ¿quién soy yo? No esperes respuesta. La pregunta se lanza al espacio infinito del ahora. Vendrán pensamientos, pregunta, ¿a quién vienen estos pensamientos? La respuesta es a mí, ¿quién es ese mí? Ahí comienza la auto indagación. Date cuenta que el "yo" debe ser algo totalmente permanente, sin cambio, sin tiempo, sin limitaciones. ¿Soy el cuerpo? ¿Soy los pensamientos? ¿Soy las emociones? ¿Soy los sentimientos? Así vas descartando uno por uno, con total imparcialidad y autenticidad, es decir, si es o son permanentes o impermanentes los "cuerpos" que vas analizando. Finalmente se dará un Silencio espontáneo. Un Silencio que es la respuesta más allá de conceptos y razonamientos. Ese Silencio se autodefine, autoilumina y es reconocido por Si mismo como la respuesta sin respuesta o si lo prefieres como el Reconocimiento de la Realidad que siempre fuiste.
Es la Verdadera Identidad o Rostro Original que por siempre fuiste.
Este Silencio te muestra que no hay yo ni tú; ni mío ni tuyo, ni sujeto ni objeto: Esto Es Aquello que Es. Esto Es Aquello que carece de nombres y formas, de atributos y adjetivos.
ESO ERES TÚ. DIVINIDAD RECONOCIÉNDOSE A SÍ MISMA.