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Aitzol Zunzunegi Etxeberria

Reflejo espejo

La historia de un despertar

Por Aitzol Zunzunegi Etxeberria

Fue hace ya unos cuantos años, mientras contemplaba un suceso "aparentemente inconexo" por el televisor cuando percibí que no había separación entre lo que estaba aconteciendo externa como internamente. Aquello que acontecía, cambió por completo mi modo de percibir lo que Es.

Desde ese momento, aunque el poso que dejó la experiencia unificadora en mí permaneciera, traté de negar aquella revelación espontánea que devino de forma tan natural.

Recuperé el estado de asombro que pude abandonar con la formación de un ego tan fuerte como frágil en su apariencia. Y en aquel instante, supe que nada volvería a ser lo mismo, mi Yo comenzó a disolverse en la realidad de la que ya no me sentía separado.

Esta experiencia radical hizo que todo lo posterior a ella, se vislumbrara de un modo más sereno. Tal vez, desde el asombro en el que me encontraba situado desde ese momento.

Años más tarde llegarían a mí las enseñanzas de tipo "Todo es Uno" y demás. Pero no fueron éstas las que provocaron en mí lo que hoy puedo denominar como: la historia de un despertar.

En mi conciencia todo cambió de repente, ya que todo aquello que contemplaba tenía un trasfondo cósmico. Tal vez, comenzaba a ser testigo de la danza oculta del verso del Uno (Uni-verso). Y ahí mi empeño por conocer a ese Uno fue germinando a modo de una semilla.

Lo real dejó de ser aquello que únicamente percibían mis sentidos. La experiencia dio paso a la apertura de la conciencia, que ahora se extendía de tal modo que todo se vislumbraba desde el misterio o la mirada inocente de aquel que había descubierto un vasto campo ilimitado.

De regreso a la fuente, el saberme parte de un todo que me transcendía, me volvió a situar como observador silente y espectador de la eterna trama cósmica. Y en ese baile sin comienzo ni fin, me situé por siempre.

Las enseñanzas sobre no-dualidad y demás, llegaron más tarde. Tal vez, cuando el alumno ya estaba preparado para acogerlas. Lo cierto es que, la transformación devino para quedarse por siempre.

Los innumerables intentos por comprender aquella experiencia unificadora me situaron en el centro de mi conciencia. Comencé poco a poco a experimentar revelaciones que, a modo de una parturienta, fueron brotando en mí cual semilla en la tierra.

Fue en ese preciso instante cuando las raíces de una nueva forma de mirar el acontecer se fueron extendiendo en mi.

El hecho de que no hubiera separación entre aquel suceso, mi Yo y todo lo que me rodeaba, me situó en todas partes y, a la vez, en ningún lado. Supe más tarde que esa unidad que llegué a experimentar, no dejaba de ser parte de una experiencia mística, que se me revelaba con la comprensión de la no-dualidad.

Lo cierto es que aquella sensación ya no resulta tan reveladora, ni perturbadora por momentos, aunque no deja de ser la historia de un despertar.

© Aitzol Zunzunegi Etxeberria, 25 de agosto de 2018